Mi reino por un cuaderno

Uno de los recuerdos mas viejos que tengo en mi vida esta relacionado con la escritura. Claro que para ese entonces apenas sí sabia escribir mi nombre y poco más, luego puros garabatos. Pero el tener un lápiz y una hoja cerca ya era suficiente para proporcionarme entretenimiento (un pibe barato dentro de todo).

Aprendí a leer, o mejor dicho me di cuenta de que podía leer, en un viaje en bondi a los 4 años. Desde entonces no paré, pero poco se habla de la escritura. Con una ortografía horrible y una imprenta mayúscula apenas entendible podía pasarme horas llenando paginas de cualquier cuaderno, libreta o talonario que pasara por mis manos. Escribía cuentos que también dibujaba pero fundamentalmente mucha descripción de lo que me rodeaba. Si salía de casa, ya fuera a la farmacia o a la casa de mis tíos, era con un cuaderno abajo del brazo. Y anotaba todo lo que veía y escuchaba. Una especie de Harriet la espía del conurbano.

Fue justo despues de ver esa película cuando pedí que me compraran un diario intimo. No me podía arriesgar a que alguien no autorizado leyera mis mas profundos pensamientos (?) asi que era menester que el cuaderno tuviera candado. Sabia que no eran infalibles pero al menos me podía dar cuenta si alguien lo rompió para leerlo. Lo que no contemplaba era la escasez de diarios íntimos para pibes asi que durante esos años terminé usando uno “muy varonil”. Se ve que ya por aquel entonces me chupaba todo un huevo.

Mas allá del diario propiamente dicho (que usualmente siempre se quedó seguro en casa) tener un cuaderno o libreta conmigo en todo momento y lugar se volvió un hábito que mantengo hasta hoy. Incluso en esta era de smartphones y aplicaciones para tomar notas -que también uso más que nada para armar listas- para mi nada reemplaza al buen papel al momento de anotar una idea o pensamiento al vuelo. Dejando de lado cualquier romanticismo con lo analógico (por supuesto que algo de eso hay) y las bondades de la escritura en papel respaldadas por estudios científicos, la causa que lo vuelve indisoluble de mi persona es la practicidad de mantener un sistema lo suficientemente simple y moldeable según mis necesidades. Explico ambos puntos a continuación.

Lo fundamental de cualquier sistema para incorporarse y utilizarse en la vida cotidiana es que esté estandarizado y sea lo menos complejo posible. Si algo se vuelve complicado, no da ganas de usarlo. Mucho menos si el tiempo no sobra.
¿Y lo moldeable? El papel no es infinito (en algún momento se termina) pero sus usos casi que si lo son. No me limita a escribir, y mucho menos a hacerlo de una sola manera. Puedo dibujar, esquematizar, hacer cuadros, disparar flechas, hacer dibujos que me ayuden a grabar una idea. Puedo arrancar un pedazo del papel para armar una lista o compartir algo con alguien. Puedo seguir pero creo que se entiende.
Claro que nada es perfecto. Localizar algún dato anotado tiempo atrás puede volverse una misión complicada y requerir mas tiempo del adecuado. No tenemos un buscador integrado. A veces sucede que alguna idea comienza en una pagina y es interrumpida por otra para después retomar la anterior mas adelante. Esto requiere disciplina y, como decía, un sistema estandarizado.

Normalmente siempre tengo encima una libreta que entra en un bolsillo y una lapicera con clip. La famosa “libreta de fiado”. Este es el método de entrada predilecto: no ocupa lugar, esta al alcance de la mano y es maniobrable si estoy de pie en el bondi o subte (y además no tengo que sacar el celular ahi evitando el tan usual manoteo). Es el cuaderno de transferencia y la puerta de entrada al sistema.

Si viajo con mochila o bolso a un café, oficina o cualquier lugar donde disponga de una mesa o escritorio uso cuadernos un toque mas grandes. Muchas ideas que comienzan en el cuaderno mas chico pasan a este y continúan su desarrollo. Suelo preferir el formato Moleskine (hay marcas nacionales y mas accesibles como Brugge). Ahi la idea es la misma: bajar ideas, esbozar algo, planificar. No hay límites más que los que impone la misma hoja.

Eventualmente estoy en casa adelante de la compu y lo suficientemente cómodo como para arrancar la última fase del proceso: bajar la data de forma organizada. Para eso me valgo de Obsidian, una herramienta gratuita (al menos en su versión básica que es mas que suficiente) la cual se basa en crear y manejar notas de texto en formato markdown que se guardan localmente en nuestro dispositivo. La principal característica de Obsidian es la facilidad para vincular conceptos entre notas, casi como si se tratara de una Wikipedia personal, creando redes de hipervínculos locales que facilitan la comprensión de los temas e ideas que volcamos. Eso y la posibilidad de usar plugins creados por la comunidad de usuarios la vuelven una herramienta poderosa como pocas. Y digo esto después de haber probado una cantidad enorme de aplicaciones similares. La clave, como dije, es mantenerlo simple. En mi caso lo mas loco que tengo es una nota diaria que se me genera automáticamente todos los días y donde registro cuestiones particulares, apuntes y demás que luego se vincula con otras notas individuales donde se profundiza ese concepto. Eso lo acompaño con un sistema de carpetas según tema o proyecto y estado de la tarea. Después el truco es hacerlo funcionar con alguna nube o el propio Github para tener las notas sincronizadas en el teléfono, y con eso me garantizo poder consultarlas en cualquier lugar (y de paso aprovechar el poderoso buscador que tanta falta le hace al cuaderno). Y para todo lo demás siempre tendremos la aplicación de notas por defecto del celu, que la uso mucho para hacer listas, y el famoso grupo abandonado de Whatsapp que uso de Pensadero.

Por ultimo, todo lo que refiere a diarios personales lo dejo para hacer en casa, tranquilo, siempre en los mismos cuadernos que vengo usando desde la primaria. Los beneficios de mantener un diario varían según cada quien y quizás dan para otro posteo pero se pueden resumir en ejercitar la memoria al recapitular los hechos del día y el valor agregado de poder “viajar en el tiempo” volviendo a revisar eventos pasados cuando se nos ocurra. Es construir un archivo personal contado en primera persona por uno mismo, que a su vez nunca es el mismo y justamente poder ser conscientes de esa evolución. Ademas es una gran excusa para escribir a mano y llenar páginas sin ningun tipo de tapujo, sin mencionar lo bien que le hace esto a la creatividad, como expone Julia Cameron en su conocido libro de autoayuda El Camino del Artista (otro dia hablamos de esto).

No hay una receta única, cada quien debe encontrar su método. Y como siempre, el hábito hace al monje. Lo principal es empezar e ir encontrando lo que nos queda más cómodo. Lo que funciona se queda y lo que no, se cambia. Lo importante es justificar las compras de librería de alguna manera. Compartimentalizar lo vuelve mas fácil. Por ejemplo, tengo un cuaderno cuadriculado que uso para las clases de japones. Otro, estilo Composition Book, que uso para componer y producir temas. Otro, liso, que uso para dibujar. Y eso que no me puse a hablar de las fichas de médico que uso para los juegos de magia o para registrar libros y películas. Todo vale y todo sirve, no hay que renegar de nada mientras no moleste a nadie y nos haga la vida mas fácil.

Al final del día, escribir no es tanto una herramienta como una forma de estar en el mundo. Una manera de frenar un segundo, de mirar mejor, de no dejar que todo pase sin dejar rastro. El cuaderno no te ordena la vida ni la vuelve más clara por arte de magia, pero ofrece un lugar donde apoyarla, aunque sea un rato. Ahí conviven ideas brillantes con boludeces, planes y listas que nunca se cumplen con pensamientos que no sabíamos que necesitábamos escribir. Y está bien que así sea.

Quizás dentro de unos años volvemos a leer esas páginas y no nos reconocemos del todo (ya me pasó). O tal vez sí, en algún gesto mínimo, en una obsesión persistente, en la letra torcida de una idea anotada a las apuradas. De eso se trata, supongo: de dejar migas, de construir un registro imperfecto pero propio. Mientras haya un lápiz a mano y algo para escribir, el sistema sigue vivo. Y yo también.